A medida que el desarrollo del comercio impulsó la necesidad de aventurarse a grandes distancias por el mar, se puso de manifiesto la conveniencia de emplear como orientación la luz de hogueras situadas en puntos cuya altura y ubicación posibilitaban su localización nocturna. Para ganar elevación en sitios donde no la había, y para facilitar su mantenimiento en tiempos de tormentas y temporales, se empezó a protegerlas adecuadamente mediante estructuras artificiales.
En ocasiones, los marineros agradecidos a la ayuda que les prestaban, las hicieron motivo de culto, edificando templos en su honor, santificados y dedicados a las divinidades, a los que enriquecían y sostenían con sus ofrendas.
Numerosas leyendas y costumbres rememoran y hacen mención de la existencia de estos fuegos, y son muchos los pueblos que se disputan el honor de su primera utilización. Desde la lucha de Hércules con Nesox, hasta las leyendas de los celtas galaicos, pasando por las obras de Homero o Virgilio.
El nombre de faro podría venir de la palabra griega “luz” o “brillo”. Sin embargo, hay razones para creer que antes de que los griegos llegaran a ser una nación marítima, los libios y los kulitas, habían construido torres de fuego a lo largo del bajo Egipto. El nombre libio para estas torres era “tor”, y como “is” significa fuego, tenemos el compuesto “tor-is” o torre de fuego, del que se deriva el griego y el latino “turris”.
Una explicación más plausible se extrae de la divulgación popular del nombre de la isla de Pharos, en Alejandría, lugar donde se elevó el faro más representativo de todos los tiempos, que sirvió de ejemplo para la construcción de otros muchos, aunque no fue el primero de los construidos.
Otra teoría apunta a que la palabra es la helénica “Phrah”, nombre egipcio del sol, al que el faro de Alejandría era comparado por su magnificencia.
El más antiguo del que se conserva referencia escrita es el de Sigea, en el promontorio de su nombre, construido aproximadamente en el 650 a. C.
EL FARO DE ALEJANDRÍA
Este faro estaba ubicado en la isla de Pharos, al oeste de la desembocadura del Nilo y frente a la ciudad de Alejandría. Esta isla alcanzaba una elevación de 12 metros. Estaba formada por partes diferenciadas y la del este habría sido el emplazamiento del faro sobre cuyas ruinas se levantaría en el siglo XV el fuerte de Qaitbay.
El gran desarrollo que alcanzó esta isla, junto con la dificultad de la costa desprovista de puertos, baja y plagada de escollos y bajíos, hicieron necesario colocar una señal alta y muy destacada a fin de que los navegantes procedentes de alta mar no equivocasen la entrada del puerto. Algunas referencias señalan su construcción en el año 295 a. C. y una inscripción encontrada en una de las paredes revela que el arquitecto fue Sóstrato de Cnido.
Según la descripción de Ibn-al-Sayj, que parece la más fiel de todas las existentes, el faro estaba dividido en tres cuerpos, siendo la altura total de 53 brazas, correspondientes a 121.9 metros.
En el 736, un terremoto derrumbó la parte superior de la torre y posteriormente quedaron dañados los cimientos de la parte occidental por la acción del mar. Otro terremoto en el 995 causó nuevos desperfectos en la parte superior y treinta codos se desmoronaron. En 1302, un nuevo temblor lo destruyó casi por completo y en 1349 ya no quedaba nada de él.
EL COLOSO DE RODAS
Calificada tradicionalmente como otra de las siete maravillas del mundo, la estatua de Helios popularmente conocida por el nombre de “Coloso de Rodas”, no puede afirmarse con certeza si en realidad fue utilizado como faro.
Este Apolo gigantesco tuvo como escultor a Cares de Lindos y su contemporáneo Lachus sería el encargado de terminarlo. Dos son las hipótesis más verosímiles del emplazamiento de éste en la ciudad de Rodas: la que lo sitúa en el centro de la ciudad y la que lo hace en el extremo de la escollera donde se construyó la iglesia de San Nicolás que hoy alberga el mayor faro de la isla.
Iniciados los trabajos de construcción en el año 300 a. C., finalizaron 15 o 20 años más tarde. En el año 225 a. C., un terremoto lo derribó rompiéndolo por las rodillas.
En ocasiones, los marineros agradecidos a la ayuda que les prestaban, las hicieron motivo de culto, edificando templos en su honor, santificados y dedicados a las divinidades, a los que enriquecían y sostenían con sus ofrendas.
Numerosas leyendas y costumbres rememoran y hacen mención de la existencia de estos fuegos, y son muchos los pueblos que se disputan el honor de su primera utilización. Desde la lucha de Hércules con Nesox, hasta las leyendas de los celtas galaicos, pasando por las obras de Homero o Virgilio.
El nombre de faro podría venir de la palabra griega “luz” o “brillo”. Sin embargo, hay razones para creer que antes de que los griegos llegaran a ser una nación marítima, los libios y los kulitas, habían construido torres de fuego a lo largo del bajo Egipto. El nombre libio para estas torres era “tor”, y como “is” significa fuego, tenemos el compuesto “tor-is” o torre de fuego, del que se deriva el griego y el latino “turris”.
Una explicación más plausible se extrae de la divulgación popular del nombre de la isla de Pharos, en Alejandría, lugar donde se elevó el faro más representativo de todos los tiempos, que sirvió de ejemplo para la construcción de otros muchos, aunque no fue el primero de los construidos.
Otra teoría apunta a que la palabra es la helénica “Phrah”, nombre egipcio del sol, al que el faro de Alejandría era comparado por su magnificencia.
El más antiguo del que se conserva referencia escrita es el de Sigea, en el promontorio de su nombre, construido aproximadamente en el 650 a. C.
EL FARO DE ALEJANDRÍA
Este faro estaba ubicado en la isla de Pharos, al oeste de la desembocadura del Nilo y frente a la ciudad de Alejandría. Esta isla alcanzaba una elevación de 12 metros. Estaba formada por partes diferenciadas y la del este habría sido el emplazamiento del faro sobre cuyas ruinas se levantaría en el siglo XV el fuerte de Qaitbay.
El gran desarrollo que alcanzó esta isla, junto con la dificultad de la costa desprovista de puertos, baja y plagada de escollos y bajíos, hicieron necesario colocar una señal alta y muy destacada a fin de que los navegantes procedentes de alta mar no equivocasen la entrada del puerto. Algunas referencias señalan su construcción en el año 295 a. C. y una inscripción encontrada en una de las paredes revela que el arquitecto fue Sóstrato de Cnido.
Según la descripción de Ibn-al-Sayj, que parece la más fiel de todas las existentes, el faro estaba dividido en tres cuerpos, siendo la altura total de 53 brazas, correspondientes a 121.9 metros.
En el 736, un terremoto derrumbó la parte superior de la torre y posteriormente quedaron dañados los cimientos de la parte occidental por la acción del mar. Otro terremoto en el 995 causó nuevos desperfectos en la parte superior y treinta codos se desmoronaron. En 1302, un nuevo temblor lo destruyó casi por completo y en 1349 ya no quedaba nada de él.
EL COLOSO DE RODAS
Calificada tradicionalmente como otra de las siete maravillas del mundo, la estatua de Helios popularmente conocida por el nombre de “Coloso de Rodas”, no puede afirmarse con certeza si en realidad fue utilizado como faro.
Este Apolo gigantesco tuvo como escultor a Cares de Lindos y su contemporáneo Lachus sería el encargado de terminarlo. Dos son las hipótesis más verosímiles del emplazamiento de éste en la ciudad de Rodas: la que lo sitúa en el centro de la ciudad y la que lo hace en el extremo de la escollera donde se construyó la iglesia de San Nicolás que hoy alberga el mayor faro de la isla.
Iniciados los trabajos de construcción en el año 300 a. C., finalizaron 15 o 20 años más tarde. En el año 225 a. C., un terremoto lo derribó rompiéndolo por las rodillas.
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