Puede afirmarse que el verdadero comienzo de la iluminación costera empieza con la edad moderna. A partir del siglo XVIII, la consolidación nacional de numerosos países anteriormente disgregados en feudos, señoríos y principados trae como consecuencia la afirmación del poder único, la cohesión interna, la organización y el desarrollo. Las relaciones comerciales de los estados se incrementan y el tráfico naval crece.
Aspectos de seguridad que eran secundarios hasta entonces pasan a un primer plano. Ya no son suficientes las luces de recalada en los puertos más importantes, ahora es preciso balizar la costa, señalar los escollos y marcar los bajos más importantes.
Inglaterra es, de entre todos, el país donde más faros había. Aquí se edificaron las famosas torres de roca y se realizó el primer proyecto de faro metálico.
Las colonias americanas también se beneficiaron, siendo doce los faros que les fueron legados.
Salvo las francesas, que les seguían en importancia, las demás zonas costeras europeas estaban menos avanzadas y el alumbrado marítimo del resto del mundo casi no existía.
Arriesgadas construcciones arquitectónicas en islotes y mar abierto, nuevos combustibles y sistemas de iluminación, aplicación de aparatos ópticos para reforzar la luz y el uso de las señales sonoras se suceden en el siglo XIX, que podría considerarse como la verdadera edad de oro de las señales marítimas clásicas.
España por estos tiempos también inicia el despegue en la construcción de faros, partiendo casi de cero hasta completar una red que comprende la mayoría de los que hoy existen, se establece una organización estatal única para administrarlos y se crea el cuerpo de torreros de faros.
De esta época son casi todos los famosos “Faros de Roca” que hay actualmente, que se levantaron tras vencer enormes dificultades de todo tipo y que han conformado la imagen típica de la torre aislada y solitaria, inmersa en temporales y galernas que todo el mundo imagina.
Aspectos de seguridad que eran secundarios hasta entonces pasan a un primer plano. Ya no son suficientes las luces de recalada en los puertos más importantes, ahora es preciso balizar la costa, señalar los escollos y marcar los bajos más importantes.
Inglaterra es, de entre todos, el país donde más faros había. Aquí se edificaron las famosas torres de roca y se realizó el primer proyecto de faro metálico.
Las colonias americanas también se beneficiaron, siendo doce los faros que les fueron legados.
Salvo las francesas, que les seguían en importancia, las demás zonas costeras europeas estaban menos avanzadas y el alumbrado marítimo del resto del mundo casi no existía.
Arriesgadas construcciones arquitectónicas en islotes y mar abierto, nuevos combustibles y sistemas de iluminación, aplicación de aparatos ópticos para reforzar la luz y el uso de las señales sonoras se suceden en el siglo XIX, que podría considerarse como la verdadera edad de oro de las señales marítimas clásicas.
España por estos tiempos también inicia el despegue en la construcción de faros, partiendo casi de cero hasta completar una red que comprende la mayoría de los que hoy existen, se establece una organización estatal única para administrarlos y se crea el cuerpo de torreros de faros.
De esta época son casi todos los famosos “Faros de Roca” que hay actualmente, que se levantaron tras vencer enormes dificultades de todo tipo y que han conformado la imagen típica de la torre aislada y solitaria, inmersa en temporales y galernas que todo el mundo imagina.
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